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lunes, 22 de abril de 2013

Poesías de Primavera.


En el mes de abril


En el mes era de Mayo,
de Abril después un día, 

cuando lirios y rosas 

muestran más su alegría, 

en la noche más serena 
que el cielo hacer podía, 
cuando la hermosa infanta 



Flérida ya se partía, 

en la huerta de su padre 

a los árboles decía: 



Quedaos adiós, mis flores, 

mi gloria que ser solía, 

voyme a tierras estranjeras, 

pues ventura allá me guía. 


Si mi padre me buscare, 

que grande bien me quería, 

digan que amor me lleva, 

que no fue la culpa mía; 
tal tema tomó comigo 
que me venció su profía. 



¡Triste, no sé a dó vo, 

ni nadie me lo decía! 



Allí habla don Duardos: 

No lloréis, mi alegría, 

que en los reinos de Inglaterra 

más claras agoas había 
y más hermosos jardines, 
y vuesos, señora mía. 



Ternéis trecientas doncellas 

de alta genelosía, 

de plata son los palacios 

para vuesa señoría, 
de esmeraldas y jacintos, 
de oro fino de Turquía, 
con letreros esmaltados 
que cuentan la vida mía; 
cuentan los vivos dolores 
que me distes aquel día 
cuando con Primaleón 
fuertemente combatía: 
señora, vos me matastes, 
que yo a él no lo temía. 



Sus lágrimas consolaba 

Flérida que esto oía. 



Fuéronse a las galeras 

que don Duardos tenía;

cincoenta eran por cuenta, 

todas van en compañía. 


Al son de sus dulces remos 

la princesa se adormía 

en brazos de don Duardos, 

que bien le pertenecía. 


Sepan cuantos son nacidos 

aquesta sentencia mía: 

que contra la muerte y amor 

nadie no tiene valía.
(Vicente Gil)

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